Diario de un náufrago
Posted by jonkepa en marzo 27, 2009
Hace unos años Pepe Gimeno nos sorprendía con su Grafía Callada. Una obra fruto de la recolección de objetos devueltos a la costa por el mar Mediterráneo cuyo aspecto formal se asemejaba a textos escritos en diferentes tipografías. Ahora, el diseñador valenciano utiliza la misma técnica para recrear el diario de un náufrago.
«Hay un gesto que siempre es el mismo cuando se trata de recoger algo del suelo: agacharse. Así, en reflexivo». De esta forma comienza Alberto Adsuara el texto que acompaña el libro Diario de un Náufrago de Pepe Gimeno. Y, efectivamente, reflexiva es la labor de este diseñador que dedica buena parte de su tiempo a pasear por a la orilla del Mediterráneo y otras zonas de Levante y recoger aquellos materiales que el mar devuelve a la playa pulidos y desbastados.
Semejante material, que para algunos no es otra cosa que detritus, es para Gimeno una fuente de inspiración. Si en el pasado fue capaz de crear páginas y páginas de imaginarios libros, cuyo aspecto nada tenían que envidiar a los interiores de libros escritos en alfabeto latino o árabe, ahora acaba de presentar un libro en el que recrea el diario que cualquier náufrago habría podido escribir. Una colección de apuntes, pensamientos, garabatos y recuerdos agrestes de la estancia en una isla desierta desde julio del 2004 hasta agosto del 2008.
Aunque unificados para su publicación en libro, el trabajo de Gimeno varía de tamaño dependiendo de las dimensiones de los objetos empleados en su confección y que abarcan desde clavos, telas, alambres o piedras hasta plásticos para balizar, retales de redes de pesca, suelas de zapatos y otros materiales que resulta difícil reconocer.
En todo caso, sea al natural, sea impreso, el trabajo de Gimeno impresiona gracias a ese equilibrio entre forma, contenido y actitud. Una actitud humilde, curiosa y enigmática que Adsuara relaciona con clásicos del Arte Universal como Las Espigadoras de Millet o El farmacéutico de Figueras no busca absolutamente nada de Salvador Dalí.
Por EDUARDO BRAVO / ALVARO SOBRINO
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