
El agua cristalina y templada. Al fondo, palmeras, arena blanca y algún que otro dhow en la lejanía (embarcación tradicional de la costa este africana). Esta es la paradisíaca estampa en la que trabajan las mujeres que cultivan algas en Zanzíbar. Ellas, sin embargo, aseguran que cambiarían cualquier día de trabajo por una noche de hotel.
Sebastián Ruiz
A media cintura. El agua cristalina y templada cubre así a las cerca de quince mujeres que dibujan así un marco difícil de igualar para cualquier postal. Fondo de palmeras, arena blanca y algún que otro dhow en la lejanía (embarcación tradicional de la costa este africana). La marea está alta y el sol comienza a ganar terreno a la humedad del alba. Deslumbra. El mimo, incorporado en el acompasado trabajo manual bajo el agua, trata de cuidar el pan de cada día: la recolección de algas.
Como cada mañana, Makame (59 años) y la tercera de sus hijas, Esther (35 años), se disponen a cruzar la bahía de orilla a orilla para llegar a sus granjas marinas de algas o mwani (en suajili). En Chwaka Bay, al Este de la isla de Zanzíbar, un archipiélago semiautónomo que forma parte de Tanzania, el ritmo de las mareas determina la economía doméstica. Aquí nadie pasa lista, ni hay patrones, pero son las siete de la mañana y el goteo de mujeres comienza a hacerse notar. Con ellas: nailon y alguna herramienta que pueda cortar. En la playa no hay nada salvo el paraíso anunciado por las agencias de turismo que viven al margen de esta realidad. “¿Que esto es el paraíso? Cambiaría sólo una noche en cualquiera de estos hoteles por una semana de trabajo”, ríe Esther mientras se coloca las zapatillas de plástico, cada una de un número, cada una de un color, antes de caminar por la arena.
La exportación de algas marinas de Zanzíbar se inició en la década de 1930 cuando una variedad de alga roja, que vive de forma natural alrededor de la isla, se cosechó y se envió a Francia, Dinamarca y a EE UU. Sin embargo, no sería hasta la década de los noventa que se comenzaría a comercializar convirtiéndose hoy, y junto al clavo, en la segunda entrada de divisas en la isla después del turismo. Algunos tipos de algas que se utilizan tanto para la industria alimentaria como para la farmacéutica o la química (agentes estabilizadores o emulsionantes, pasta de dientes, champú, perfumes o cremas) tenían una gran demanda en el extranjero, y el gobierno tanzano promovió este sector como un cultivo de exportación útil y como una fuente de empleo. Como ya se hacía a gran escala en Indonesia o Filipinas.
Sin embargo, recientemente la industria ha comenzado a tener problemas, sobre todo por los cambios en las condiciones ambientales que han tenido un efecto negativo en el crecimiento de las especies de los dos cultivos más rentables en la isla: la variedad cottonii y la spinosum. Lee el resto de esta entrada »