Josema Odriozola no llegaba al metro de estatura cuando tomó la playa de La Concha, en San Sebastián, como patio de juego. Fue surfista antes que ingeniero y hoy se ha convertido en un fabricante de sueños. El creador de las olas artificiales más grandes del mundo contesta desde el norte de Gales, en el Reino Unido, donde supervisa que su máquina, su locura casi impensable, funcione al milímetro. Allí, en una antigua fábrica de aluminio, entre las montañas del verde Conwy Valley, acaba de abrir Surf Snowdonia, el primer parque público para surfistas sin playa. Una gran laguna artificial de «olas perfectas»: una ola de 180 metros de largo por casi dos de alto y 20 segundos de surf sin interrupción que Larry Page, el fundador de Google, y Nick Woodman, el ejecutivo mejor pagado de Estados Unidos y propietario de las famosas cámaras GoPro, ya han probado.
Por la laguna galesa de 300 metros de largo y 113 de ancho -seis campos de fútbol- también han desfilado los mejores profesionales internacionales como el británico Jayce Robinson, embaucados por una tecnología que Josema está exportando a todo el mundo desde su empresa, Wavegarden, situada en Aizarnazábal, un pueblo de 775 habitantes enclavado en el valle del río Urola (Guipúzcoa), y lo convirtieron en su laboratorio al aire libre. El próximo destino es Austin (Estados Unidos), con un parque de olas que abrirá en primavera y que promete más: 35 segundos seguidos de surf. El siguiente, Melbourne (Australia), donde los permisos están a punto. Quizá -depende de la nueva alcaldesa, Manuela Carmena- también Madrid. «Es el principio de una nueva era para el surf», celebra. Lee el resto de esta entrada »