Enseñanzas Náuticas

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Del bienvenido Mr. Marshall al yankis ´go home´

Posted by jonkepa en May 17, 2010

USS Forrestal

Nombres como «Forrestal», «Saratoga», «Coral Sea», «Roosvelt» «Iowa» o «Wisconsin» permanecen anclados en el imaginario de las generaciones de valencianos que durante más de cuatro décadas han hecho cola en el puerto de Valencia atraídos por los gigantes del mar de la VI Flota de EE UU. Portaaviones y acorazados de la US Navy han mantenido con la ciudad un idilio que comenzó en 1952 con el mismo amor del «Os recibimos, americanos con alegría. Ole mi mare, ole mi suegra y ole mi tía» que retrata Berlanga en su «Bienvenido Mr. Marshall». Un romance en el que, más que el roce, lo que hizo el cariño, fue el desembarco de miles de marinos con los bolsillos repletos de dólares,
Aquella relación que convirtió a Valencia en Villar del Río terminó en los años 80 y 90 del pasado siglo con multitudinarias manifestaciones de pacifistas de los del «OTAN no, bases fuera», que al grito de «yankis «go home»» protestaban contra la presencia de buques con armamento nuclear no ya en el Cap i casal sino también en Benidorm, plaza que los marinos del «Tío Sam» consideraban el «mejor puerto de Europa» para sus días de vino y rosas.

«Agosto en pleno enero»
Todo empezó el 9 de enero de 1952, cuando el portaaviones «USS Roosvelt» fondeaba a una milla del puerto de Valencia, pues con sus 300 metros de eslora no cabía en la dársena. Llegaba escoltado por tres destructores y cuatro buques de apoyo. En total 4.000 marinos y 200 oficiales que fueron recibidos en aquella Valencia, donde aún mandaban las cartillas de racionamiento, como auténticos Reyes Magos al llegar con mucho dinero para gastar. Se estima que los muchachos de la Navy se dejaron un millón de pesetas al día sólo en diversión, bebida y regalos.
El bibliófilo Rafael Solaz, estudioso del lado canalla de la ciudad, que relata en su libro la «Valencia prohibida», explica que la VI Flota «fue todo un maná para la ciudad, sobretodo para colectivos como la prostitución, bares, cabarets y salas de fiesta, que hacían el agosto en pleno enero»
La Guerra Fría había convertido el Mare Nostrum en una pieza más del tablero del juego del gato y el ratón que mantenían EE UU y la URSS. Operaciones como la de ese enero del 52, en la que recalaron en Valencia ocho de los 30 navíos de la VI Flota que atracaron en puertos españoles formaban parte de una hábil política de Washington de acercamiento a Franco que culminó con los acuerdos de 1953 que nos trajeron las bases y la leche en polvo.

El primer o el último puerto
Al año siguiente llegaron hasta cinco oleadas de barcos de la US Navy a Valencia que sumaron un total de 20.000 marineros. Pasaban una media de siete días de descanso en la ciudad, el primer puerto que visitaban tras cruzar el Atlántico o el último en el que recalaban antes de volver a casa. Los desembarcos de jóvenes ávidos de sexo y alcohol, entre los que causaba furor la cerámica de Lladró y el repertorio de recuerdos «typical spanish» como cárteles de toros, etc…, se dispararon a partir de 1955 con la irrupción clase «Forrestal» que inauguraba la era de los grandes portaaviones. Con una tripulación de 5.000 hombres, a los que había que añadir otro millar de los navíos de escolta y apoyo, la llegada de estos aeropuertos flotantes era todo un acontecimiento.
Cada vez que uno de estos gigantes echaba el ancla ante Valencia o Benidorm se calcula que su tripulación se gastaba en la ciudad unos 20 millones de pesetas al día, según estimaciones de los años 80. Así, en la semana de julio de 1987 que el «USS Saratoga», gemelo del «Forrestal», fondeó ante la capital de la Marina Baixa, dejo en la ciudad cerca de 300 millones de pesetas, ya que además del dispendio directo de la tropa había que sumar los suministros y servicios que requería el navío.
La primera de las seis estancias, cuatro en Valencia y dos en Benidorm, del portaaviones que da nombre a la serie, el «USS Forrestal», en la C. Valenciana tuvo lugar el 11 de junio de 1960. Su enorme mole de 72.000 toneladas fondeada ante el puerto de Valencia agotó los epítetos de la prensa local. Levante contaba que la longitud de la cubierta de vuelo del entonces mayor portaaviones del mundo «es casi cuatro veces la del campo de Mestalla», mientras Las Provincias aseguraba que si se pusiera en vertical «sería cinco veces y media más alto que el Miguelete».
Muchos de los que aún vestían pantalones cortos en aquella Valencia de los 60 guardan entre sus recuerdos de infancia la silueta del «Forrestal». Manuel Molines, redactor gráfico de Levante-EMV, tenía 10 años cuando en 1965 la sirena de este gigante sonó por segunda vez ante la playa del Cabanyal, barrio en el que vivía. «Salíamos en tropel hacia la avenida del Puerto, para pedirles chicles a los americanos».

La generación del «Bazooka»

«Bazooka» dice que se llamaban los chicles que les daban los marineros, a los que recuerda como «unos tiarrones enormes vestidos de blanco que siempre llevaban una chica colgada al cuello». Solaz, cinco años mayor, también añora los «bazooka». «En una época en la que no conocíamos otra cosa que la dura barra negra del puromoro, aquella golosina era todo un manjar». Ni tampoco los «Chester» o «Lucky» que los que ya eran adolescentes pedían a los marineros a cambio de guiarles hasta el «barrio chino» o responder a sus gestos con la mano sobre un lugar para comer o beber. «El «precio» a cualquier pregunta siempre era tabaco rubio americano», concluye.
Estas primeras visitas del «USS Forrestal» nada tiene que ver con la última, en enero de 1990, cuando más de 5.000 personas se manifestaron en el muelle contra un navío que las organizaciones ecologistas denunciaban que guardaba más de 100 bombas nucleares. La protesta derivó en una batalla campal con la policía, que acabó con tres detenidos -Teresa Quesada, Germán Oliva y Francisco Torres- para quienes el fiscal pidió dos años de cárcel pero el juez absolvió por falta de pruebas.
El último gran buque de la US Navy que pasó por el Grau, el «Saratoga» llegó en mayo de 1994. Hasta 150.000 valencianos visitaron el puerto en un sólo fin de semana para ver por última vez a este gigante que volvía a EE UU para pasar a situación de reserva. Un postrer periplo que ponía fin a toda una época.

Todo un coloso, el gigantesco «USS Forrestal», con unos 5.000 hombres a bordo, se rindió en la segunda de sus cuatro visitas a Valencia ante Bruno Lomas (En la foto de 1963 cuando formaba parte del trío Los Milos). La histórica actuación del rockero de Xàtiva en este mítico portaaviones en enero de 1965, que encendió a la marinería con una «salvaje» versión de 15 minutos del ardiente «What I’d Say» (Qué he dicho) de Ray Charles, la recuerda Vicente Fabuel en la revista «Efe Eme». «Bruno Lomas y los Rockeros impresionaron a una audiencia yanqui que albergaba serias dudas acerca de lo que un humilde representante de la tierra del olé y la pandereta cañí podía llegar a hacer con el rock’n’roll». «Las gorras de la tropa yanqui volaron alto ese día».

El día en que todo un portaaviones se rindió ante Bruno Lomas
Todo un coloso, el gigantesco «USS Forrestal», con unos 5.000 hombres a bordo, se rindió en la segunda de sus cuatro visitas a Valencia ante Bruno Lomas (En la foto de 1963 cuando formaba parte del trío Los Milos). La histórica actuación del rockero de Xàtiva en este mítico portaaviones en enero de 1965, que encendió a la marinería con una «salvaje» versión de 15 minutos del ardiente «What I´d Say» (Qué he dicho) de Ray Charles, la recuerda Vicente Fabuel en la revista «Efe Eme». «Bruno Lomas y los Rockeros impresionaron a una audiencia yanqui que albergaba serias dudas acerca de lo que un humilde representante de la tierra del olé y la pandereta cañí podía llegar a hacer con el rock´n´roll». «Las gorras de la tropa yanqui volaron alto ese día».

Rafael Montaner en Levante-emv.

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Una respuesta to “Del bienvenido Mr. Marshall al yankis ´go home´”

  1. Información Bitacoras.com…

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