
El Titanic antes de hundirse
Con todas las luces encendidas, a toda máquina hacia el desastre, mientras sonaba la música. Aquella noche inolvidable, el destino escribió en los altos costados de metal del barco la palabra condenación con dedos de hielo. El mundo ya no volvería a ser el mismo, ni la humanidad a confiar tan ciegamente en su orgullo. Hace un siglo que se hundió el Titanic, llevándose al húmedo abismo a la mayor parte de la tripulación y el pasaje, dejándonos mudos de asombro y ateridos de miedo. Era el Titanic la mayor construcción móvil que había creado el hombre, un coloso de la técnica forrado de altiva belleza y lujo, la apoteosis de la vanidad. Fue proclamado insumergible sin recordar que ni Odiseo pudo retar impunemente a Poseidón, así que ni te digo los astilleros de Belfast y un capitán amable pero sin carisma. Cuando el seno de las aguas se abrió para tragarse al barco como la ballena a Jonás, la succión levantó una ola que no ha dejado de lamer nuestras conciencias incesante e insidiosamente durante cien años. Ese drama marino se llevó un transatlántico y nos dejó un nombre para adjetivar la catástrofe. No queda ya nadie que viviera aquella noche terrible (la última superviviente, Millvina Dean, que tenía entonces 10 semanas, falleció en 2009), pero si cerramos los ojos, todos notamos la cubierta ceder bajo nuestros pies, la muerte subir a buscarnos y el aire helado llenarse de las voces aullantes de los moribundos y el lánguido chapoteo de los ahogados.
El Titanic es una de las grandes metáforas de nuestro tiempo y de nuestras vidas, con la salvedad de que del último naufragio, el que nos llega inexorablemente a cada uno, no suele haber supervivientes.
“La grandeza del barco, su opulencia y su tragedia”, eso recordamos del Titanic, reflexiona Robert Ballard, el hombre que levantó el acuático sudario de sombras y encontró el buque allá abajo, a casi 4.000 metros de profundidad, en 1985, renovando el interés sobre su singladura y su hundimiento. “El drama, el tempo con el que sucedió, que parece marcado para aumentar el suspense, los errores, las historias personales de cada uno de los viajeros, los y si…, todo eso nos fascina generación tras generación”. Lee el resto de esta entrada »