EL CASTAÑAZO
“A superior seaman uses his superior judgment to
keep out of situations requiring his superior skills”
(Citado por el Capitán Richard A. Cahill)
Miró hacia proa buscando el roquedal, pero solo vio la noche negra y una muralla de agua que lo ocultaba todo más allá de los manifoles. El descomunal chubasco había reducido las pantallas de los radares a una mancha granulosa y, por enésima vez, clavó su vista en el axiómetro y en el repetidor de la giroscópica, pero el enorme buque se negaba a caer un solo grado más a babor. En pocos minutos el Capitán Stavridis se había convertido en el hombre más solo del universo, probablemente con su camiseta pegada al cuerpo por un súbito sudor frío y la secreta sensación de que las piernas le fallaban, las manos le temblaban y un vacío comenzaba a crecerle en la boca del estómago. En su profesión el miedo solo era un viejo compañero de viaje y preservar los circuitos lógicos mientras el resto del cuerpo amenaza traición apenas un reflejo profesional, pero cuando oyó que se veían rompientes por estribor hubo de asumir que su carrera, su buque, las veintiocho vidas que le habían sido confiadas y la suya propia estaban en un serio aprieto. Como miles de marinos antes que él, durante una fracción de segundo quizás se preguntó como había podido meterse en aquél lío y qué le había llevado a elegir oficio tan ingrato, suplicando al cielo el milagro de retroceder quince minutos en el tiempo para replantearse la maniobra. Pero al sentir desgarrarse el pantoque bajo sus pies debió reparar con amargura que, ante un planteamiento equivocado, las gomas de borrar siempre parecen funcionar mejor en tierra que en el puente de un buque. Hasta es posible que, incrédulo, se preguntara como podía estarle ocurriendo aquello precisamente a un tipo como él. Lee el resto de esta entrada »